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jueves, 18 de diciembre de 2014

CON LOS NÓMADAS DEL KIRGUISTÁN


La vida no es fácil en Kirguistán, país montañoso de Asia central, sin salida al mar, que comparte fronteras con China, Kazajastán, Tayikistán y Uzbekistán. Por eso su gente es muy especial y atractiva de conocer, tanto la de la capital, Bishkek, como, sobre todo, la de las estepas, los nómadas que viven en yurtas y montan caballos salvajes.
Desembarcar en la capital no es la mejor manera de descubrir de entrada el alma del país. Bishkek parece un pueblo rural donde se mezclan viejas casuchas destartaladas, monótonos y uniformes bloques de pisos grises y oxidados armazones industriales. Solo contrasta el centro, baluarte de la impronta soviética: a orillas de sus avenidas demasiado anchas abundan los monumentos de heroicos combatientes de la causa y las estatuas marciales de los próceres del socialismo, incluyendo al propio Lenin. Pero recorrer este barrio artificial permite observar ya una característica propia de los kirguises: el sentido del término medio. Así, los que querían derrumbar la estatua de Lenin, que reinaba en la plaza principal, y los que se oponían llegaron a un acuerdo salomónico: trasladar la estatua de la discordia a una plaza más pequeña. Igual con el Museo Histórico, inicialmente destinado por los soviéticos a retratar la historia del comunismo con una profusión de fotos, artículos y ejemplares de prensa. Todo se ha mantenido tal cual en la primera planta… pero las nuevas autoridades han añadido una segunda que relata la historia del país desde el siglo III antes de Cristo, en la época de sus primeros moradores, los escitas. Y es que el debate sobre el pasado comunista no parece provocar aquí las mismas pasiones excluyentes que en otras ex repúblicas soviéticas: Kirguistán buscó el apoyo ruso para protegerse de sus vecinos inmediatos más poderosos. Y no es inusual ver a sus habitantes echar de menos la época de la URSS, cuando los kirguises tenían la sensación de pertenecer a una entidad con peso internacional… y recursos para mejorar sus infraestructuras.
Pero volvamos al presente y hagamos como los habitantes de Bishkek: cuando se aproxima el verano, huyen los fines de semana del calor sofocante de la ciudad para refugiarse en las alturas cercanas. ¡Por fin las montañas kirguises! Por ejemplo, las del cercano Parque Nacional de Ala-Archa. Detrás de los enormes abetos se perfilan ya los primeros de estos picos nevados que abundan en toda la geografía nacional. Aquí vienen las familias con los niños a disfrutar de una barbacoa. Un grupo de viejitos, varios con el cónico y blanco sombrero kirguiz, canta y baila al sonido de un acordeón. No tardan en invitar al extranjerou a juntarse a la fiesta y a tomarse unos vodkas rusos en su yurta. Yurta: ¡la palabra más repetida! ¡El alma del pueblo kirguiz! Por más que se empiecen a convertir a la vida sedentaria, los habitantes de este país tienen el nomadismo anclado en sus genes. Gran parte de ellos siguen pasando los veranos en sus yurtas vagabundeando de pasto en pasto. Si se construyen una casa, no dejarán de instalar una yurta en el patio. Y cuando muere un kirguiz, su cadáver pasará 24 horas (a pesar de los preceptos coránicos) en su yurta antes de ser enterrado. Es habitual, por lo demás, ver armazones de yurtas en los cementerios como monumentos funerarios.



Montañas y caballos
Apenas sale el viajero por la ruta que lleva al sur de Bishkek y se encuentra ya inmerso en el Kirguistán profundo: serpentea por un cañón cada vez más estrecho en medio de montañas multicolores, de enormes rebaños de ovejas y de manadas de caballos salvajes. Una subida cada vez más vertiginosa lleva al túnel de Töö-Ashuu, que permite evitar un puerto de 3.500 metros de altura cerrado en invierno. Difícil no parar arriba para contemplar la sinfonía de verdes del valle de Suusamyr: lo saben los vendedores que instalaron allí su inevitable yurta para vender queso y kumis, una especie de kéfir que constituye casi la bebida nacional. El valle se abre tras la bajada y se llega, a 1.800 metros, al pueblo de Kyzyl-Oi, un nombre que significa “cuenca roja” y que alude al sorprendente color, casi reluciente, de las montañas que cercan el pueblo. Este color es también el del adobe con el que están hechas casi todas las casas, lo que da al conjunto una gran armonía. El pueblo es muy apreciado por los visitantes, ya que se considera como uno de los sitios tradicionales mejores conservados del país. Después, el valle vuelve a transformarse en un cañón cada vez más estrecho entre paredes rocosas verticales. Pronto vemos el primer cementerio kirguiz. Un camposanto es fundamental en un país de nómadas, y es que para ellos las raíces no están en el pueblo de origen de los antepasados sino en el lugar donde están enterrados. Lo que explica que aquí los cementerios suelen ser monumentos espectaculares, con estelas funerarias muy costosas para el nivel de vida local. Los cementerios kirguises son por excelencia los depositarios de la memoria colectiva.
Una nueva subida espera por una horrible pista que parece reñida hasta con los todoterrenos. Lleva a un puerto a 3.400 metros desde donde se descubre de repente uno de los parajes más bellos de Kirguistán: allí abajo, a lo lejos, detrás de unas alfombras de flores amarillas donde pastan unos caballos salvajes, se vislumbran las aguas turquesas del lago Song-kul y su cintura de picos nevados. En sus orillas, a 3.000 metros de altura, suben en verano los pastores y, a pesar del frío, instalan sus yurtas para aprovechar los fértiles pastos de la zona. Allí nos espera Jukun. También su prolífica familia, sus caballos y su campamento de yurtas que se alcanza zigzagueando con el vehículo campo a través, en medio de los pastos de la ribera norte del lago. Dormir en el campamento permite aprender bastante respecto de la vida diaria de los kirguises: significa soportar un frío casi permanente, dormir encima de un colchón en el suelo (aunque el interior de las yurtas está decorado con mimo) y ver cómo los familiares de Jukun, después de ordeñar al rebaño, le dan sin parar a la manivela de una batidora para separar, explican, la leche de la nata.



El "Lago Caliente" de la ruta de seda
Para abandonar el lago Song-kul hace falta una nueva gymkhana entre vacas, burros y caballos: permite llegar al final de la orilla y cruzar otro puerto, el de Kalmyk, cuyo nombre recuerda a un pueblo mongol que luchó duramente contra los kirguises. Se llega así a Kochkor, donde vale la pena visitar el complejo instalado por una cooperativa de mujeres donde coexisten un museo de objetos antiguos kirguises, una tienda tradicional y un restaurante instalado (¡cómo no!) en yurtas. Es la última etapa antes de llegar, siempre subiendo y bajando pendientes, a otro lago. Y no a un lago cualquiera: con sus 6.280 km2, Issyk-kul es el mayor lago alpino del mundo tras el Titicaca. Su nombre significa “Lago caliente”, ya que, a pesar de estar a 1.620 metros de altura, nunca se hiela en invierno gracias a su sorprendente microclima. ¿Es este lago el que hizo del lugar una etapa mítica de la antigua Ruta de la Seda, cuando las caravanas descansaban en sus orillas tras las duras etapas montañosas? ¿Es este también el que atraía en masa a los turistas rusos en la época de la URSS, y a los de las repúblicas vecinas estos últimos años?
Rocas de formas fantasmagóricas
A pesar del atractivo del lago, su orilla sur sigue siendo bastante salvaje y, hasta hora, casi inmune a la urbanización. Su gran interés son los espectaculares cañones que configuran los ríos que aquí desembocan. Como el de Skakza, donde las rocas petrificadas hechas de arcilla ocre y rojiza componen unas espectaculares formas fantasmagóricas. O, más al este, el de Djety Oguz, un nombre que significa “Siete toros” y que alude a la enorme formación rocosa, como arrugada, que marca la entrada del paraje. Aquí el turismo (esencialmente nacional) parece más implantado: son múltiples las yurtas donde se vende kumis y yogurt, o donde se ofrece alojamiento, mientras unos chicos piden dinero para dejar a los visitantes fotografiarse con las rapaces que llevan agarradas al brazo (la cetrería es muy popular por estos lares).
Cerca de la extremidad oriental del lago, la pequeña ciudad de Karakol, con sus 75.000 habitantes,es una de las más visitadas por los viajeros aventureros. Con sus coquetas casitas de madera, tiene un ambiente casi siberiano. Y es que de tierras rusas venían los emigrantes que la fundaron, como puesto militar avanzado, hacia mediados del siglo XIX: era la época del Gran Juego, como se dio a llamar la lucha de influencia entre Londres y Moscú en Asia Central. Aparte de las inevitables estatuas de Lenin y de algunos héroes comunistas locales en actitud marcial, la ciudad atesora algunos de los monumentos históricos más interesantes de un país donde no abundan. Como la iglesia ortodoxa de la Santísima Trinidad: a la vez imponente y sencilla, con sus cinco cúpulas verdes, fue construida a finales del siglo XIX totalmente en madera finamente tallada. Los soviéticos la transformaron en gimnasio antes de devolverla al culto en 1965. Siempre hay algún fiel rezando con fervor en su interior ante el icono que representa a la muy venerada Virgen de Tijvina, que tiene una especial fama taumatúrgica.



El gran viajero Przhevalski
También de madera (y sin un solo clavo, dice la leyenda) está hecha la mezquita cercana, minarete incluido, aunque su aspecto de pagoda tibetana desconcierta al visitante, y es que la construyeron sobre 1910 los dungan, una comunidad china convertida al islam que tuvo que exiliarse para evitar la persecución religiosa, aunque se quedó fiel a las tradiciones arquitectónicas de su lugar de origen. El imán, el barbudo Naser, recuerda que la mezquita fue cerrada por el régimen comunista hasta que Stalin decidió su reapertura en los años 40: Moscú buscaba entonces el apoyo de los musulmanes de Asia Central en su lucha contra el nazismo.
En las afueras de Karakol, cerca de la orilla del lago, se encuentra un museo dedicado al más famoso explorador de la zona: Nikolái Przhevalski. Este coloso de 2,10 metros y 150 kilos, con aspecto clavado al de Stalin, era ante todo un militar (llegó a coronel) al servicio del régimen zarista. Pero también un geógrafo y un espíritu curioso que multiplicó los estudios sobre la gente y la naturaleza durante los cinco viajes que realizó, a partir de 1867 y patrocinado por la Sociedad Geográfica Rusa, por toda Asia Central. Murió de tifus a los 49 años cerca de Karakol sin poder hacer realidad su gran sueño: alcanzar Lhasa, la mítica capital tibetana. Debajo de un monumento en forma de pico montañoso está su tumba, con una simple mención que seguramente le habría gustado:Przhevalski, viajero.
Centro apreciado por los esquiadores y los senderistas, Karakol es también el punto de partida ideal para visitar las espectaculares montañas cercanas a la frontera china. Por ejemplo, siguiendo la pista que lleva a Inylchek, pueblo minero hoy casi abandonado. El viaje constituye un perfecto compendio de la orografía kirguiz: primero un fértil valle a orillas del lago, después un paisaje alpino verdoso de tipo suizo, antes de subir a un collado en medio de un paisaje cada vez más árido, donde lo mineral se sustituye progresivamente por lo vegetal. Y, tras la subida, al empezar la bajada uno se ve de repente inmerso en toda la majestuosidad de Kirguistán: cercado por una pared de picos nevados, el valle alberga amplios pastos de un verde intenso donde grandes manadas de caballos en libertad, inmensos rebaños de ovejas y algún que otro yak pastan juntos. Destacan las manchas blancas de unas pocas yurtas: en una de ellas, una familia se afana esquilando ovejas y está encantada de interrumpir la faena para invitar al inesperado visitante a tomar té en el interior.



La epopeya de Manas
Es habitual en las fiestas sociales y celebraciones de Kirguistán ver aparecer de repente un artista bigotudo que recita y canta versos, sin acompañamiento musical, en medio del respeto general. El intérprete se llama manashi, y la obra, Manas. Es un enorme texto de carácter mítico y épico que narra las aventuras bélicas de este héroe legendario, cuyas batallas contribuyeron a forjar la consciencia nacional. Consta de tres partes con las hazañas de Manas, su hijo Semetei y su nieto Seitek, que luchan sucesivamente contra las invasiones extranjeras, especialmente uigures. Se inscribe en la línea de las grandes epopeyas, como el Mahabharata o La Odisea, aunque Manas, con sus 500.000 líneas, puede reivindicar probablemente el récord mundial. Se ignora cuándo vivió Manas y cuándo se compuso la epopeya, que durante siglos se transmitió entre generaciones de manera exclusivamente oral. Hasta que un manaschi, Sayakbay Karalaev, publicara en los años 40 del siglo XX la primera versión escrita de esta monumental obra. No hay duda de que Manas constituye la joya de la cultura popular kirguiz y su memoria colectiva.




Artículo de Thierry Maliniak (Revista Viajar)


lunes, 6 de octubre de 2014

OKTOBERFEST. La fiesta de la cerveza más popular en el Mundo.


Año tras año el Oktoberfest Munich acoge a miles de visitantes provenientes de todos los rincones del mundo. El festival de la cerveza más popular del planeta se celebra cada año en la ciudad de Munich durante 2 semanas enteras entre finales de setiembre y principios de octubre.
La celebración del Oktoberfest Munich comenzó en 1810 como fiesta de boda de dos miembros de la realeza bávara, Luis I y Teresa de Sajonia, que tras su casamiento ofrecieron a los ciudadanos de Munich una gran fiesta a base de cerveza. A partir de ese año el Oktoberfest Munich se viene celebrando cada año.




El Oktoberfest Munich se celebra en una área llamada Theresienwiese que es un gran prado que se encuentra muy cerca del centro de Munich y de la estación Central. Aquí se montan varias carpas y pabellones y en todos ellos se sirve cerveza, pero no una cerveza cualquiera: de hecho solo la cerveza que cumple con los requisitos del Reinheitsgebot, la ley de pureza de la cerveza de 1516 que establece los ingredientes con los que se puede elaborar la cerveza y además debe de tener un mínimo de aproximadamente 6% de alcohol. La cerveza debe ser además fabricada dentro de los límites de la ciudad de Munich.

Las cerveceras autorizadas a producir cerveza para el Oktoberfest Munich son:

  • Augustiner-Bräu
  • Hacker-Pschorr-Bräu
  • Löwenbräu
  • Paulaner-Bräu
  • Spatenbräu
  • Staaliches-Hofbräu-Munchen



La entrada al Oktoberfest Munich es gratuita y no es necesario ningún billete para entrar. Debido a esta razón y a la gran afluencia de visitantes es muy recomendable acudir a los pabellones muy pronto, incluso por la mañana en fin de semana, sobre todo porqué a todos los que no encuentren asiento no se les servirá cerveza. La cerveza en el Oktoberfest Munich se sirve desde las 10 de ñamañana hasta las 22.30 de lunes a viernes y los fines de semana se empieza antes, desde las 9 de la mañana. lo que si hay que pagar es la cerveza, cuyo coste ronda los 10 € aproximadamente por un litro. Y ni se os ocurra pedir una caña... aquí solo se sirven vasos de litro!
El Oktoberfest Munich comienza con el desfile de los dueños de las cervecerías junto con grandes barriles de cerveza cargados en carruajes, y cuando el alcalde abre el primer barril de cerveza a las doce en punto, queda inaugurada la fiesta tras doce cañonazos desde las escaleras de la estatua que representa a Baviera.
El Oktoberfest es un evento que atrae a personas de todos los rincones del mundo y en los últimos años se ha llegado a contar con más de siete millones de visitantes. Munich durante esas dos semanas multiplica por 3 su población y hasta más, por lo que los hoteles en Munich están repletos de huéspedes y es recomendable reservar hotel con bastante antelación para encontrar sitio y buenos precios.
Si eres un estimador de la cerveza no puedes perderte el Oktoberfest Munich, la mayor celebración de la cerveza a nivel mundial, pero debes saber que se organizan Oktoberfest en varias ciudades del mundo, no solo en Munich.





Estas son otras ciudades del mundo donde se celebra un Oktoberfest:

En Europa:
  • Oktoberfest Calpe, España
  • Oktoberfest Badalona, España
  • Oktoberfest Zaragoza, España
  • Oktoberfest Cartagena, España
  • Oktoberfest Genova, Italia
  • Oktoberfest Lieja, Bélgica
En América:
  • Oktoberfest de villa general Belgrano, Argentina
  • Oktoberfest Blumenau, Brasil
  • Oktoberfest Kitchener, canada
  • Oktoberfest Cincinnati, estados Unidos
  • Oktoberfest Malloco, Chile
  • Oktoberfest Ciudad de México, México
  • Oktoberfest Bogotá, Colombia
  • Oktoberfest Colonia Tovar, Venezuela
  • Oktoberfest Lima, Perú
En Asia:
  • Oktoberfest Hong Kong, China




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jueves, 10 de julio de 2014

FIESTAS DE SANFERMIN. Una fiesta en la calle.


Por definición, Sanfermin es sinónimo de fiesta en la calle. Es una mezcla de carnaval, bacanal y cachondeo, favorecida -cómo no- por la generosa absorción de bebidas con muchos grados.

"Uno de enero, dos de febrero, tres de marzo, cuatro de abril, cinco de mayo, seis de junio, siete de julio San Fermín. A Pamplona hemos de ir con una media, con una media, a Pamplona hemos de ir con una media y un calcetín"

Las fiestas se celebran en honor a San Fermín, patrón de Navarra, y conviven muy bien la parte religiosa con la juerga salvaje, incluso hay gente que acude a las dos. 
La juerga consiste, como en todas partes, en alcohol, música y la gracia que le pongas tú. No tiene otro secreto. Quizás lo más sorprendente es lo pacífica que es: a pesar de la descomunal borrachera colectiva, no hay muchas broncas, aunque sí bastantes accidentes. La única regla de oro es vivir y dejar vivir; pasártelo lo mejor que puedas y dejar a los demás que hagan lo mismo. No hay más que dejarse llevar por el ambientillo sanferminero. La juerga alcohólica se concentra en la parte vieja de la ciudad, aunque también la hay, más tranquila y descongestionada, en algunos barrios. En general en sanfermines cualquier zona es buena para tomarse unos potes y pegarse unos bailoteos con los amigos.
Además, Sanfermin es conocido internacionalmente por la celebración del encierro, la carrera en la que los toros corren por algunas calles de la parte vieja de la ciudad. Los encierros se celebran desde el 7 de julio hasta el 14, a las 8.00 de la mañana. El día 6 a las 12.00 del mediodía empiezan las fiestas con el Txupinazo. Ese día no hay encierro, pero sí mucha juerga.





Pañuelo rojo en Sanfermin
El pañuelo rojo es un distintivo de la vestimenta típica de las fiestas de Sanfermin, tanto, que la tradición dice que lo puedes llevar anudado al cuello mientras las fiestas estén vivas.

Es por ello que antes del lanzamiento del cohete la gente lo lleva en la muñeca, en el bolsillo o en la mano, y los exhibe al aire cuando quien se encarga de inaugurar las fiestas grita: "Viva San Fermín, Gora San Fermín". Una vez que empieza la fiesta el pañuelo ocupa su sitio en el cuello o la cabeza o como la imaginación y la moda estime oportuno.
Además de quedar bien con el blanco y de teñir la ropa, si es de mala calidad y lo lavas con lo claro a más de treinta grados, el pañuelo tiene un origen religioso. Según el párroco de la Iglesia de San Lorenzo de Pamplona, que es donde se encuentra la capilla en honor a San Fermín, Jesús Labari: "No se sabe a ciencia cierta y con hechos probados el momento en el que se comenzó a usar el pañuelo, pero sí conocemos sus motivos. Para las ceremonias religiosas en honor a un santo, si éste ha sido mártir y ha muerto por sus creencias, los sacerdotes nos vestimos de rojo. En el caso de las fiestas en honor a San Fermín así lo hacemos porque sufrió martirio y lo del pañuelo rojo es una interpretación de la gente de esta costumbre religiosa."
Se sabe que el pañuelo rojo es anterior a la costumbre de vestir de blanco que es más reciente. De hecho, Miguel Javier Urmeneta, cuando era alcalde de Pamplona en la década de los sesenta, procuró que las peñas extendieran el uso de la vestimenta blanca y lo consiguió.





Además hay otras teorías que apoyan lo de los pañuelos. Algunos creen que sirve para citar al toro ya que al parecer los morlacos van al rojo. Hay que recordar que se recomienda en el encierro correr sin faja y pañuelo porque el toro te puede enganchar precisamente de allí, por lo que ésta teoría no es apoyada por muchas personas.
Otras gentes de Pamplona refuerzan la idea del pañuelo en una costumbre de la ciudad de Pamplona que reforzaría la del martirio de San Fermín y que es la del Voto de las Cinco Llagas. Éste se instauró en 1599 como acción de gracias por la erradicación de una epidemia de peste que mató a un tercio de la población de Pamplona. Fue más efectivo que los medicamentos -que no había- colocar en el pecho de los enfermos un sello con la representación de las Cinco Llagas de Cristo. Dada la efectividad de la medida y en agradecimiento, las autoridades de la Ciudad decidieron celebrar perpetuamente este voto llamado "de las Cinco Llagas". La representación de éstas llagas es precisamente muy similar a como queda un pañuelo al cuello.








miércoles, 25 de junio de 2014

FIESTAS DE SANT JOAN EN CIUTADELLA. Reclamo turístico de Menorca.


Las fiestas de Sant Joan en Ciutadella son únicas y espectaculares. Durante unos días la ciudad de Ciutadella se transforma en un lugar donde cada vez más gente celebra unas fiestas muy divertidas y familiares. Las fechas de Sant Joan se han convertido a lo largo de los años en un reclamo turístico cada vez más popular, por lo que la gente de toda Europa y sobretodo Catalunya viajan a Ciutadella a finales de Junio.

La historia de las fiestas es bastante desconocida por la mayoría de los asistentes foráneos. Se trata de una festividad cuyo origen se remonta al siglo XIV, y tiene motivaciones religiosas (aunque no se puede verificar con total seguridad). Con el paso del tiempo se le han añadido algunos actos que difieren de la celebración original para darle un toque diferente a la fiesta.
Una de las particularidades más curiosas de la fiesta es la representación de los diferentes estamentos sociales de la sociedad de la época. El Caixer Senyor representa a la nobleza, el Caixer Capellà representa al clero, los Caixers Pagesos representan a los payeses y los Caixers Menestrals representan a los artesanos.






Las fiestas de Sant Joan constan de una serie de actos distribuidos a lo largo de aproximadamente una semana (en realidad hay 5 días claves). Los días más concurridos son el 23 y el 24 de Junio, pero también son interesantes la "Vetlla des Be" que es el sábado anterior al día de Sant Joan y el "Día des Be", el domingo antes de Sant Joan y que se considera como el inicio de las fiestas.

23 de Junio
Es la víspera de Sant Joan. Ciutadella ya está a rebosar de visitantes de todas partes. A las dos de la tarde el fabioler (montado en un burro, y con un fabiol y un tambor), visita la casa del Caixer Senyor para iniciar el repliegue de los cavallers.
Sobre las seis de la tarde, tiene lugar el "Caragol des Born", uno de los primeros actos multitudinarios con cierto riesgo para los asistentes: los caballeros dan vueltas a la plaça des Born al ritmo de la música en directo tocada por una orquesta. Si en algún momento se detiene la música en seco, es que alguna persona puede haberse hecho daño. Cuando acaba el caragol hay una "guerra" de avellanas en la Contramurada.
Por la noche se puede ver el "Caragol de Santa Clara", donde los jinetes y los caballos dan vueltas por las calles de Ciutadella y entran en las casas de la gente. Es un momento adecuado para todas las edades.




24 de Junio: Sant Joan
El día de Sant Joan es el día de culminación de las fiestas. Sobre las ocho de la mañana el fabioler se presenta en casa del Caixer Senyor para empezar con las celebraciones. Durante la mañana se realizan ensayos de los "Jocs des Pla".
Alrededor de las cinco, las calles con vistas a Es Pla se empiezan a masificar. La gente se prepara para uno de los actos más espectaculares de todas las fiestas: els Jocs des Pla, que tendrán lugar a partir de las siete sin tener en cuenta los más posibles retrasos.
Durante "Las Carotades", dos jinetes cabalgan en paralelo y mientras uno de ellos sostiene una cartea, el otro la intenta romper con una piedra. Intenta estar lejos cuando se rompa la cartea, ya que la gente se abalanzará de forma brutal sobre los restos que caigan al suelo para intentar conseguir un pedazo de ese gran trofeo.




En el juego de "La Ensortilla", los jinetes cabalgarán al galope y con una lanza en la mano desde un extremo de es Pla. Al otro extremo se puede ver una anilla o ensortilla que cuelga de un cable. El jinete tratará de acertar con su lanza la anilla, de unos pocos centímetros de diámetro. La dificultad de la prueba es extrema, y cada vez que un jinete acierte sonará la música en directo y la gente empezará a bailar con alegría.





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domingo, 1 de junio de 2014

THE CHEESE ROLLING. Los locos del queso.


Nos encanta pasárnoslo bien y si es haciendo locuras o fiestas extravagantes todavía más. A finales de mayo, se celebra en la colina Cooper el tradicional Festival del queso rodante de Gloucestershire, en Inglaterra, cerca del distrito de Gloucester cuya localidad más cercana es Brockworth aunque con el paso de los años, la fama internacional del evento haya eclipsado su nombre.
El nombre oficial de este festival es Cooper’s Hill Cheese-Rolling and Wake y y se celebra el último lunes de mayo debido a la festividad de Bank Holiday de primavera. Sus orígenes son confusos. No se sabe a ciencia cierta el año exacto en el que comenzó su andadura y lo único verídico es un escrito de 1836 en el que se hablaba de él. Se estima, sin embargo, que este festival tiene más de 200 años de historia y se puede confirmar que a partir de 1884 se tomó un carácter anual en esta festividad.





¿En qué consiste?
No tiene mucha complicación. Tampoco se requiere un cerebro avispado para conocer las reglas. Desde lo alto de la cima se lanza un queso y la primera persona que lo atrape o alcance la meta situada abajo de la misma, se lo lleva. El encargado de tirar este bien tan preciado es el Maestro de Ceremonias, un hombre ataviado con una bata blanca y un sombrero con una banda de los colores del queso y sus lazos: blanco, azul y rojo.
El objeto de deseo es un doble queso Gloucester que pesa exactamente 7 libras, unos 3,17 kilogramos al cambio. Se podría decir que la carrera es a vida o muerte. Aunque suene algo exagerado, puede resultar más real de lo que imaginamos. La colina es muy empinada y al tratar de correr a través de una inclinación tan alta, es muy fácil perder el equilibrio y comenzar a rodar y rodar. Llega un punto en el que, sin querer darnos cuenta, nuestra mente empieza a preguntarse quién es el objeto rodante, si el queso o la propia persona.





Capturar el derivado de leche antes de detenerse en la llanura tiene mucho mérito. Con la intención de facilitar de algún modo la proeza, el participante tiene una ventaja de aproximadamente un segundo. Teniendo en cuenta que el queso puede llegar a alcanzar sin rechistar los 112 kilómetros por hora, es fácil pensar que la tarea no va a resultar fácil. Habría que preguntarle a Usain Bolt si cuesta abajo lograría alcanzar estos registros. ¡Sería estratosférico!
Años atrás el Festival del queso rodante fue cancelado por motivos de seguridad. Hay que tener en cuenta dos cosas: primero, la velocidad que adquiere el queso es peligrosa porque puede golpear fatídicamente a los espectadores; segundo, el hecho de correr ladera abajo entraña multitud de peligros y que derivan en infinidad de contusiones y fracturas de huesos. No obstante, la tradición es la tradición y al siguiente año Gloucestershire no se quedó sin este evento. Se organizó uno alternativo (sin servicio sanitario, todo hay que decirlo) y el ganador volvió a ser el 6 veces campeón Chris Anderson.
Como la gente no estaba dispuesta a perder la tradición centenaria, se lanzó una campaña con el lema "Save The Cheese Roll", salvemos el queso rodante. Parece que dió resultado ya que desde entonces esta festividad se ha vuelto a celebrar de forma oficial.








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