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domingo, 8 de marzo de 2015

LOS KAZAJOS. Una tradición de caza milenaria.


En el extremo oeste de Mongolia sobrevive una pequeña comunidad de pastores de origen kazajo que sigue practicando el arte de la cetrería como modo de subsistencia. Se trata de una de las mayores alianzas vividas entre el ser humano y el animal; es el arte de criar, domesticar y enseñar a las aves rapaces a cazar. Una tarea complicada de la que surge una alianza que jamás se romperá.

Dicen que lo más complicado de todo el proceso es que el ave regrese al brazo de su amo, una técnica que requiere meses de práctica y que, a veces, ni se consigue. Los cetreros lo saben bien, ellos se encargan de domesticar a estas grandes aves señoriales como los halcones, los azores o las águilas reales con el objetivo de cazar a otros animales, ya sean otras aves o especies de tierra como liebres o conejos. Tras largas y duras semanas de entrenamiento, al final se forma una mágica relación de lealtad entre el animal y el hombre.






Esta ancestral práctica, que se puso de moda en la Edad Media entre la nobleza, ha sobrevivido al pasar de los años entre algunos de los amantes de la naturaleza. De hecho, en la actualidad, hay algunos países de tradición cetrera como Emiratos Árabes que ya han solicitado a la UNESCO que la cetrería sea nombrada Patrimonio Cultural Inmaterial, una iniciativa a la que España también se ha adherido. No obstante, desde la Edad Media hasta la actualidad la práctica de la cetrería -aunque mantiene su esencia- ha cambiado bastante y se ha adaptado a los nuevos tiempos. Antiguamente, estas aves eran capturadas para luego ser entrenadas, algo que en estos momentos ocurre con menor frecuencia porque normalmente son criadas en cautividad. También ha cambiado el objetivo, antaño se usaban como método de subsistencia y hoy se ha convertido más en un deporte o incluso en una técnica disuasoria muy utilizada en algunos aeropuertos, como el de Barajas, que usa a estas majestuosas aves para ahuyentar a otras que podrían provocar accidentes durante las maniobras de despegue y aterrizaje.
Sin embargo, en algunas zonas del planeta la cetrería no ha cambiado tanto. Sólo hace falta indagar un poco para encontrar ejemplos de comunidades en las que esta práctica se mantiene intacta, como en Mongolia. Allí los descendientes de Gengis Khan siguen practicándolo como modo de subsistencia. Este inmenso territorio, cinco veces mayor que España, se extiende desde el mar Caspio hasta el oeste de la frontera con China. Al este de las colinas verdes de Altai, al norte de las montañas de los Urais y al sur del desierto de Kyzylkoum, se encuentra la mayor de las cinco repúblicas de la ex Unión Soviética, Kazaquistán. En esta tierra de contrastes donde se pueden ver las estepas con el desierto, el mar y las montañas, las nieves eternas y los bosques, una pequeña comunidad de pastores de origen kazajo sobrevive entre los valles de la provincia de Bayan Ölgii, en el extremo oeste de Mongolia.





Sometidos a condiciones climatológicas extremas, esta comunidad ha permanecido fiel a su identidad cultural y a su tradición nómada, constituyendo así el último bolsón de cultura kazaja en estado puro. Hoy los kazajos continúan practicando su deporte preferido, la caza con águilas, una tradición ancestral con más de 2.000 años de historia y motivo de gran orgullo y prestigio entre los hombres. Para los kazajos sus águilas son como el más valioso de sus amigos; comienzan la estación de caza en octubre y la terminan en abril, dejando descansar a las águilas en verano para cambiar el plumaje. Antes, han tenido que ser entrenadas e incluso cazadas, algo que requiere mucha práctica. Los mongoles esperan a que las aves hayan comido y no tengan fuerzas para volar, entonces les echan una red encima y las capturan. A continuación, las llevan a sus tiendas de campaña y las dejan allí dentro con el fin de que se adapten a los nuevos olores. Más adelante llega la fase de entrenamiento, cuando tienen que saber ir sobre el brazo a galope, para luego cazar y regresar con su amo. 
Al margen de esta tradición ancestral que confiere un gran valor a este modo de supervivencia, la cetrería en el resto de países se ha convertido más en un elemento cultural. Es por ello que existe cierta controversia con esta práctica que para algunos es equivalente a la caza. Una acusación que los cetreros rechazan ya que opinan que cetrería y medio ambiente son dos conceptos que están interrelacionados, ya que la actuación de las aves depredadoras favorece la conservación y el buen funcionamiento del ecosistema. También por su ayuda a la conservación de las aves rapaces, que en épocas anteriores casi llegaron a desaparecer.